terça-feira, 22 de maio de 2007

Hoje durante a aula...

.... eu estava avaliando estagiário.
Mas avaliar estagiário é muito chato.
Sem contar que eu sou muito crítica.
Por isso, faço outras coisas enquanto estou sentadinha lá fingindo que estou prestando atenção a cada vírgula do pobre que está lá na frente sendo avaliado (alowww... eu presto atenção neles... só não presto muita atenção...pra não achar muito erro e ter que reprovar todos eles... ho-ho-ho...)

Uma das estagiárias estava com esse texto na pasta e eu pedi pra ler. Catei aqui na net e o coloco aqui. Achei bem interessante.

Por dois motivos:

[1] Mais uma vez se prova que a sabedoria popular é muito válida. E sábia.
[2] Eu não amo ninguém mesmo.


El amor anula una parte del cerebro

Por Gabriela Litre

LONDRES.- Ya lo advertían nuestras abuelas: el amor es ciego. Ahora, la ciencia acaba de darles la razón. Un grupo de científicos viene de demostrar que los sentimientos amorosos llevan a una supresión de la actividad en las áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico.

Básicamente, una vez que nos acercamos a nuestra media naranja, el cerebro nos juega una mala -o quizá, buena- pasada y decide reducir nuestra capacidad de evaluar el carácter y la personalidad del objeto de nuestro afecto. El estudio, realizado por la University College London (UCL), fue publicado en el último número de la revista científica NeuroImage.

Los investigadores demostraron que tanto el amor que llaman "romántico" como el maternal producen los mismos efectos en el cerebro, suprimiendo la actividad neuronal asociada con la evaluación crítica del prójimo y las emociones negativas. Otro estudio de la misma universidad también demostró que el amor puede provocar reacciones químicas similares a las de la cocaína o la velocidad.

En todos los casos, en sus estados iniciales el amor deja a sus presas "flotando en las nubes". Una antigua fábula cuenta que una vieja lechuza le suplicó al águila, rey del bosque, que durante sus cacerías perdonara la vida de sus pichones. Compadecido con el llanto y la edad de la lechuza, el noble águila exclamó: "Señora, dígame cómo son sus hijos. Los reconoceré y evitaré comerlos". Ella no lo dudó: "No tardará en verlos, Majestad, son los bebes más bellos del bosque". Por las dudas, el águila fue directo a los más feos, y los devoró. Eran los hijos de la lechuza.

La obvia moraleja también tiene ahora sustento científico, ya que el mismo estudio publicado en NeuroImage demostró que la desgraciada lechuza -y muchas madres humanas- no mentían, sino que creían sinceramente en lo que decían.

¿Cómo? Escanearon los cerebros de veinte mamás jóvenes mientras ellas observaban fotos de sus hijos, otros niños conocidos y amigos adultos. En todos los casos, el patrón de funcionamiento de la actividad cerebral fue similar al de las personas hechizadas por el enamoramiento: eliminación casi total de la apreciación crítica de nuestros seres más amados.

Sistema de recompensa

Tanto el estudio de los enamorados como de las madres registró un incremento de la actividad en el área del cerebro conocida como "sistema de recompensa".

Cuando esas zonas son estimuladas (por ejemplo con comida, vino o un buen sueldo) producen sentimientos de euforia. Pero lo que más sorprendió a los investigadores es que ambos estudios mostraron una reducción de la actividad de los sistemas cerebrales necesarios para realizar juicios negativos.

El mismo experimento, realizado con animales, llevó a resultados similares. El jefe del equipo de investigación, doctor Andreas Bartels, encontró una explicación sencilla para el fenómeno: es fundamental que tanto el amor romántico como el maternal sean vistos por el cerebro como algo extremadamente positivo. De otra manera, la especie dejaría de propagarse.

"Nuestra investigación nos permite concluir que el relacionamiento humano utiliza un mecanismo para superar las distancias sociales que desactiva las redes de evaluación social crítica y emociones negativas, al tiempo que une a los individuos al involucrarlos en un circuito de recompensa que explica el poder del amor para motivarnos y gratificarnos", explicó el doctor Bartels.

Pero sí existe una diferencia entre el amor maternal y el romántico. Sólo este último eleva la actividad del hipotálamo, que controla las sensaciones de excitación sexual.

Los "extraños" efectos de los flechazos de Cupido no terminan ahí. Un grupo de investigadores italianos, que estudió a doce mujeres y doce varones que se enamoraron en los seis meses anteriores, comprobó que los hombres disminuían sus niveles normales de testosterona... mientras que el de las mujeres aumentaba.

"Los hombres, de alguna manera, se habían vuelto más parecidos a las mujeres, y las mujeres a los hombres", explicó la doctora Donatella Marazziti, investigadora de la Universidad de Pisa, a la revista de divulgación científica New Scientist.

Las conclusiones de Marazziti avalan las del equipo de UCL: "Es como si la naturaleza quisiera evitar lo que puede crear diferencias entre hombres y mujeres, ya que es tan importante que la relación sobreviva en esta etapa".

Otra investigación italiana, publicada en 1999, sugirió que el amor disminuía un neurotransmisor llamado serotonina en el cerebro, dejándola en los mismos niveles que los de las personas que sufren de un desorden obsesivo compulsivo. Este descubrimiento explicaría por qué algunos enamorados suelen obsesionarse con su pareja.

Una especie de adicción

Y los efectos inesperados del amor no terminan ahí. El doctor John Marsden, director del Centro Nacional de Adicciones del Reino Unido, anticipó a la cadena de noticias BBC que la dopamina -la sustancia producida por el cerebro cuando está excitado- produce en el cuerpo los mismos efect os que la cocaína o las altas velocidades.

"La atracción es realmente como una droga. Te deja queriendo más", dijo el doctor Marsden.

Básicamente, el cerebro "se incendia" cuando la persona empieza a hablar con alguien que encuentra atractivo.

El corazón empieza a latir tres veces más rápido que lo normal y bombea más sangre a las mejillas y a los órganos sexuales, con los conocidos "hormigueos en el estómago" como resultado.

Sin embargo, tal como sucede con la cocaína y la velocidad, "el efecto" es solamente temporario, o dura como máximo entre tres y siete años. El futuro de la relación, entonces, comienza a depender de factores mucho más profundos que un conjunto de hormonas y de caprichos cerebrales.

Nenhum comentário:

Postar um comentário